Escribir esto me hace sentir viejo. Y no voy a mentir: mientras estaba en el
show de la Malilla, me sentí aún más viejo. Lo digo sin autocompasión ni
melodrama. Tal vez con algo de envidia, eso sí: envidia por el impetu de esxs
morrxs de 12, 13, 14, 15, 16, 17 y 18 años que llegaron como niñxs buenxs
bajo el seno familiar de un Nissan Versa; pero que al cruzar el umbral del
Indie Rocks!, se transformaron en los pandilleros más reales no fekas a lado
de sus amigues en hoodies XXL y Air Forces sucios. Evento para todas las
edades. Lo importante es creersela.
Se notó que era el primer concierto de la mayoría porque llegaron temprano.
Y afuera, las negociaciones:
1-¿A qué hora pasamos por ti? No más de las 12, eh.
2.-Te vamos a estar esperando aquí afuera. Cualquier cosa nos llamas.
3-Mira papá, él es mi novio.
-Mucho gusto, señor.
-¿Sí la vas a cuidar? Nada de hacer tonterías, eh.
4-Oiga joven, ¿verdad que aquí no le venden alcohol a menores?
-No señora, por eso los diferenciamos con las pulseras.
-¿Ves, mamá? Vete sin cuidado.
Un pequeño cambio de planes en los actos teloneros y alguien juega la carta
del DJ Set de Reggaeton para convertir el venue en un aperitivo de lo que va
a ser Bad Bunny en el Azteca cuando llegue diciembre: un manicomio de
muchas voces haciéndose la misma. Y así, el recordatorio de que los eventos
de Perreo, Trap y Hip Hop no se tratan de los artistas, sino de la comunidad…
De los vínculos que nacen entre empujones, wakaras, pelos y degenere.

Cayeron los del colectivo Vida Robot y ya no hubo vuelta atrás. Con todo y
que una buena parte de la audiencia no los conocía, supieron conectar para
alimentar el apetito de desvergue que se contuvo durante varias horas.
Y entonces La MALILLA, el enigma. Que nadie sabe si son una banda, una
forma de ver la vida o un concepto. Que son tantos que bien podrían mutar en
equipo de fútbol o en un negoció piramidal. Que nadie sabe con exactitud
quienes lo conforman ni qué hace cada quien… Sabemos que existen, y es
suficiente para reconocerles el efecto que generan en en este público
construido desde una generación a la que cada vez le cuesta más
comprometerse con algo pero que, cuando lo hacen, lo llevan hasta sus
últimas consecuencias.

Zizzy, Jay Lee, Nequer, Lil' Benjas, Pink 06, Beam y compañía cumplieron su
palabra y el evento paso de ser un concierto a ser una fiesta entre compas.
A la banda no le importo la mala ecualización ni las madres y padres que
presionaban en la puerta para que sus hijxs salieran. Lxs morrxs repetían las
barras, aventaron tangas al escenario y se escupieron entre amantes como si
fuera la última noche de sus vidas.

Sin prejuicios, todes estaban ahí para ser felices, incluso ese chavito de diez
años, que sobre los hombros de su hermano repetía "nos gusta el perico, nos
gusta el perico".
El concierto acabó poco antes de la medía noche y el exterior nos recibió con
un frío que a pesar de sus vientos endemoniados no pudo con el poder de las
ombligueras, las camisas rotas y los pies que se quedaron sin tenis.
La disputa absurda de la merch oficial contra la merch fake no manchó este
show que rindió culto a la adolescencia: y si en tu casa no te comprenden,
aquí sí… Con todo y tus cambios de ánimo, la ausencia de pudor y tus olores.
Entre mugrosos nos entendemos.
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Fotos // Sofía Manzano
Texto // Ernesto Cruz Yañez
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